Cuando Alex, de 15 años, reveló que era homosexual con sus devotos padres mormones, temieron tanto por su alma que la sacaron de su hogar en el sur de California y la colocaron contra su voluntad en un hogar de terapia de conversión en Utah. Atrapado durante ocho meses con extraños, Alex enfrentó horribles castigos y palizas destinadas a curar su homosexualidad. Después de darse cuenta de que tendría que someterse a sus reglas para sobrevivir, a Alex finalmente se le permitió asistir a la escuela, donde se hizo amiga de un niño que era el presidente de la alianza gay-hetero. Ayudó a Alex a ponerse en contacto con un abogado, quien más tarde ayudó a orquestar su escape.