Gregorio es un padre de familia ultraconservador, reaccionario y lleno de prejuicios; un hombre que vive agredido por un mundo en cambio que entiende cada vez menos.
Gregorio pasa sus días instalado en la permanente irritación mientras confronta su relación con sus hijos, cada cual más alejado de sus planteamientos vitales: Carlos, casado con Pablo, un aspirante a diseñador; Goyito, sometido a los cómics, los videojuegos y los snacks; Alicia, una activista perroflauta; y Sandra, vendida al ecologismo y casada con Javi, un charlatán pirado por la naturaleza.
Gregorio se siente como Job, puesto a prueba por Dios, que no para de mandarle calamidades. La última de ellas, perder su casa y su trabajo como director de sucursal de un banco, quedando en la calle y a merced de la hospitalidad de sus hijos, que no tendrán más remedio que ir turnándose para acogerle.
Para colmo de males, debe afrontar esta etapa sin la ayuda de su mujer, María, a la que echa mucho de menos. Para bien o para mal, María, que falleció en un accidente, se le sigue apareciendo desde el más allá y no cesa de censurar y corregir los exabruptos de Gregorio: lo que sea por conseguir que la maltrecha familia siga unida.